Aprender es algo que no debemos dejar de hacer nunca. Mantener el apetito del conocimiento es básico para nuestro desarrollo personal.

Como dijo algún sabio : «Aquel que crea saberlo todo, es que no sabe nada»
Y aprender se puede hacer de muchas maneras, hay infinidad de recursos online, hay recomendaciones de libros, … a los que echar mano para no dejar de adquirir conocimiento.
Si estas realmente atentos a tu entorno, descubrirás que puedes aprender de cualquier situación y de cualquier persona, incluso puedes aprender de tus hijos.
Lo que puedes aprender de tus hijos
Tengo dos hijos, el mayor tiene 5 años y el pequeño tiene 2. Además, como ocurre muchas veces, resulta que los dos son bastante diferentes en cuanto a carácter: el mayor es muy extrovertido, y el menor muy tímido.
De la extraversión del mayor he aprendido que con simpatía y sin prejuicios, puedes arrancar una sonrisa y un saludo a prácticamente cualquier persona.
A él le encanta ir en coche con la ventanilla bajada, sean cuales sean las condiciones climáticas en el exterior. Esto le permite ir saludando a toda la gente que ve por la calle.
Al principio, a mi me daba un poco de vergüenza, y pensaba que podría estar molestando a la gente. Por el contrario, casi todo el mundo, cuándo se giran y ven que un niño les está saludando con una sonrisa, le responden igualmente con otra sonrisa y un saludo.
Mi hijo no hace distinciones. Saluda a todo el mundo. Le da igual la etnia, la edad, la vestimenta, … Con esta técnica, natural en él, ha conseguido sacar una sonrisa a señores trajeados con cara seria y preocupada, a jóvenes de estética punk, a abuelos, a gente de diferentes procedencias, ….
Además, si no le responden la primera vez, él sigue insistiendo hasta que ya están lejos o hasta que consigue su objetivo.
Como decía anteriormente, al principio me daba vergüenza y le pedía que dejase de molestar a la gente de la calle, pero cuándo vi que la gente le respondía de manera positiva, y se iban con una sonrisa en la cara, pensé que tan malo no podía ser aquello que hacía.
Otra muestra de su extraversión es su pasión por disfrazarse o vestir de manera poco ortodoxa. Un buen ejemplo es cuándo vamos a comprar o a pasear, siempre quiere llevarse un disfraz: ya sea una capa, una máscara, un escudo, unos guantes, … o bien llevar un zapato de cada manera, calcetines diferentes, ….
Nosotros hemos decidido no reprimirle este instinto de llamar la atención, al contrario, creemos que es bueno para que siga desarrollando su extraversión y creatividad.

La versión opuesta
Por otra parte, mi otro hijo es completamente opuesto. Es un niño muy retraído.
Pero esto no le impide conseguir lo que quiere. Al contrario. Consigue todo lo que quiere gracias a su empatía y a su terquedad.
Como no le gusta llamar demasiado la atención, para conseguir el interés de los adultos, lo hace mediante la proximidad y con mucha insistencia.
Así puede conseguir que cualquier adulto se rinda a sus pies con una sola mirada de ternura y emitiendo una pequeña queja con la boca.
Conclusión
De la observación de estos dos pequeños maestros de la persuasión he aprendido que hay múltiples maneras de conseguir el acercamiento a la gente. Ya sea mediante la simpatía y extraversión, como hace el mayor, o bien, mediante la proximidad y empatía, como hace el pequeño.
Así que mi recomendación es no cerrarnos ni aferrarnos a estereotipos, sino estar atentos, y intentar conseguir a la gente mediante la observación de su comportamiento. Cada uno de nosotros somos diferentes, y por lo tanto, no debemos tratarnos de la misma manera.
¿Y tu qué puedes aprender de tus hijos? Cuéntamelo.
Como siempre, si te gusta, por favor, comparte este artículo, y te estaré eternamente agradecido.